Alberto Madrid

Mi corazón sigue tan apesadumbrado por ti (y por tu familia y amigos) como por esos comienzos demasiado difíciles y que uno siempre aplaza, aunque afortunadamente todavía hoy permanece intacto el polen de tu risa en la memoria y en los ojos de quien te aman. Aunque no quiera, hoy de nuevo, como los enfermos, empleo palabras llenas de lamentos para describir dónde duele, en lugar de transformar duramente las palabras como el cantero de una catedral que obstinado convierte la piedra en serenidad.
Las grandes palabras de los buenos tiempos, cuando el acontecer aún era visible, no son ya para nosotros. Los bárbaros no miran a los ojos cuando rugen. ¿Quién habla de victorias? El resistir y recordarte lo es todo
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